Toda la muerte para dormir en Sant Jordi 2018

Pues ya está. Ya pasó. Ya he vivido mi primer año como autor en Sant Jordi. Y sí, amigos, es verdad lo que dicen todos. Obviamente ya sabía que Sant Jordi es un día magnífico, entrañable, muy especial, y todo eso. Al fin y al cabo ya son muchos años viviendo en Barcelona. Pero las sensaciones que experimentas como autor, al otro lado de la mesa, son muy potentes. Imagino que los autores consagrados, famosos y muy admirados por muchos lectores estarán más o menos acostumbrados. Y podría entender perfectamente incluso que les agobie el tema, porque algunas de las aglomeraciones (y comportamientos) que presencié me dieron cierto reparo. Pero bueno, que los grandes escritores se sientan como estrellas del rock por un día tampoco está nada mal. Y que a los novatos y completamente desconocidos se nos permita alimentar un poco el ego, pues tampoco. Un día es un día.

La primera sorpresa del día sucedió a las diez de la mañana, cuando el juez Baltasar Garzón llegó a la parada de mi editorial (Ediciones Carena), para firmar ejemplares de su libro "La indignación activa" (Planeta). Tuve la ocasión de conversar con él durante unos minutos, mientras crecía una larga fila de lectores ávidos por conseguir la firma de tan ilustre personaje. Baltasar se interesó mucho por mi novela, y nos intercambiamos ejemplares y dedicatorias. Me prometió que lo leería, y yo no le prometí nada, pero desde luego que leeré también el suyo, porque no puede ser otra cosa que muy interesante. No me cabe la menor duda.




La dedicatoria que el prestigioso y admirado juez estampó en la primera página del ejemplar que me regaló, también es digna de mención. Una dedicatoria así, escrita por alguien como Garzón, me ayuda a reafirmarme en que todo este lío ha merecido la pena.

El resto del día lo disfruté deambulando por la Rambla de Catalunya, por el Paseo de Gracia, por las Ramblas, y por diversas librerías. Y también fui a cotillear (desde lejos) a los primeros espadas de la narrativa contemporánea.
Mis erráticos paseos sólo se interrumpieron en los dos turnos establecidos de firma que me habían asignado en la editorial. El primero de 15:00 a 16:00, tranquilito, y después de 17:00 a 18:00, mucho más animado. Firmé varias decenas de libros, hasta que se agotó el stock que había llevado la editorial. Un exitazo, desde luego. Y en el segundo turno de firmas llegó la siguiente sorpresa importante de la jornada. Apareció Aziza Brahim, la gran cantante saharaui que, después de la triste desaparición de Mariem Hasán, ha tomado el relevo como máximo exponente cultural de un pueblo que resiste con tenacidad y orgullo frente a la injusticia. Me hizo muchísima ilusión conocer a Aziza y a su maravillosa familia, y me encantó dedicarle un ejemplar de la novela, ocasión que aproveché para dejar constancia de mi admiración hacia ella.

Lo dicho, un día magnífico y unos recuerdos indelebles.
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