Presentación en Bañares (La Rioja)

En el verano de 1978 llegué a Bañares cargado con todos los miedos e inseguridades que puede tener un niño de 6 años que cambia de lugar de residencia. Me preocupaba mucho cómo sería mi nueva casa, el nuevo colegio, mis nuevos amigos; es decir, me preocupaban todas esas cosas que preocupan a los niños de cualquier lugar del mundo. Quiero apuntar en mi descargo que el cambio no era menor, pues venía de una ciudad considerable situada en una isla (Las Palmas de Gran Canaria), donde me dedicaba a ir a la playa prácticamente a diario, para acabar en un pueblecito localizado en el corazón de la Rioja Alta, donde no es que no hubiera mar, sino que el río del pueblo se llamaba ¡"Río Seco"!
De un día para otro me descubrí viviendo en un sitio donde la gente hablaba como si cantara gritando, donde había más tractores que coches, y donde de cada 3 palabras, 2 eran tacos (por poner algunos ejemplos, descubrí que, en Bañares, "¿en serio?" se dice "hostias no jodas"; y "no" se dice "sí por los cojones").
Ese verano viví mis primeras fiestas de San Formerio, me vestí de peñista, aprendí canciones alegres, pisé una plaza de toros y corrí delante de unos becerritos pequeños que los nativos adultos soltaban para que los nativos niños se divirtieran (o se rompieran la crisma). Probé el zurracapote (sí con 6 años). Ese otoño disparé por primera vez con escopeta de perdigones, aprendí las reglas de la pelota a mano, le pegue mi primera pedrada a un gato y robé remolachas que surgían entre los surcos de las piezas. Ese invierno vi nevar por primera vez. También aprendí palabras muy bonitas, como por ejemplo rastrojo, braván o cartola.
En los años sucesivos me hice monaguillo, besé a chicas en la boca, construí cabañas con tablas y ramas, me escapé en bicicleta a los pueblos cercanos desobedeciendo a mis padres, robé dinero, fui castigado duramente (menos de lo que merecía), me pelee a puñetazos, lloré a veces y me reí mucho casi siempre. Me lo pasé francamente bien y, lo cierto, es que no se me ocurre un lugar mejor en el mundo para ser niño. Si es verdad lo que escribió Rilke de que "la infancia es la verdadera patria del hombre", entonces no me cabe la menor duda de que Bañares es mi patria.
Y cuarenta años después, también en verano y también coincidiendo con las fiestas de San Formerio, regrese a mi patria para presentar mi primera novela publicada. Llenamos el salón de actos de un edificio majestuoso que ahora es el Ayuntamiento, pero que para mí siempre será mi Escuela.

Fue un día muy especial y emotivo porque pude saludar, abrazar y besar a un montón de amigos y amigas. Y además me presentó Antonio Ortiz de Landázuri, Toñi, que es el alcalde de Bañares, pero que para mi es mucho más que eso. Es, quizá, la persona más solidaria, comprometida y bondadosa que conozco. Acaso sólo le podría superar Mari Carmen, su compañera en la vida. Ahora, escribiendo estas líneas, reparo en el hecho de que no conozco ninguna palabra para denominar a la categoría que se sitúa por encima de los muy buenos amigos, pero ése es el lugar exacto que ocupan Toñi y Mari Carmen en mi escala de afectos.

¡Ah! Y las fotos las hizo mi hija Lalia, por eso son tan bonitas (muchas gracias preciosa).